22.10.10

¿A quién ayudan las máquinas?

El avance tecnológico ha supuesto un cambio en nuestra forma de vida. Las máquinas nos simplifican las tareas y nos ayudan a agilizar los trámites. Podemos comprar todo tipo de productos online ahorrándonos los costes de tiempo y movilidad que nos suponían antes. Si quería un billete de tren me tocaba ir a la estación andando y hacer la cola y entenderme con el hombre de la ventanilla. Ahora lo saco en cinco minutos a través de la red y a correr. Compramos billetes de tren, entradas de cine, ropa, comida y lo que queramos con el consiguiente ahorro de tiempo y dinero, porque lo que se ahorran muchas empresas al hacer el negocio por internet se traduce en un abaratamiento del precio.
Hasta ahí, bien.
Pero, ¿qué ocurre cuando la tecnología la usa la empresa para ahorrar? ¿Qué pasa cuando la tecnología sustituye al trabajador? Pasa que la pérdida de tiempo ni se crea ni se destruye, se transforma. Nos venden comodidad, y eso no es del todo cierto. El autoservicio debería llevar un abaratamiento implícito. Si me lo hago yo, me ahorro algo. Si no, me lo hace usted, gracias.
¿Somos demasiado burgeses o somos demasiado estúpidos?
Si la gasolina en una estación de servicio me cuesta el mismo precio que en otra, ¿por qué tengo yo que aguantar esas que se basan en el autoservicio?, ¿por qué he de mancharme las manos de gasolina?, ¿por qué tengo que salir de mi coche si hace frío?, ¿por qué tengo yo que hacer de gasolinero si debería de haber un empleado que me atienda?
Ahora pasa con los bancos. Han preparado los cajeros para que uno se ingrese el dinero y se pague los recibos y se haga las transferencias, etc. Mire usted, ¿es que soy yo un empleado de banca?, ¿es que no tienen dinero para tener más empleados?, ¿qué me ahorro yo con eso si luego me mandan las mismas comisiones que antes?
Ahora no quieren atender a los clientes ni para coger o darles su dinero. Yo te dejo mi dinero porque tu oficina es muy moderna, no te jode. Y uno tiene que aguantar una cola frente al cajero mientras la empleada/o está mirando al techo.
¿Qué pasa con las personas que no se llevan bien con las máquinas? Desprenderse del dinero de uno delante de una máquina y confiárselo no resulta muy alagador ni seguro. Yo soy una persona joven, pero ¿le está pidiendo usted a un anciano que espere una cola delante de una máquina y se maneje?... si me cuesta a mí! La empleada le ayuda a entender la máquina. ¿Y luego qué, al próximo día lo mismo?
Estamos ganando por un lado y perdiendo por el otro. Pero como podemos elegir, yo elijo una gasolinera en la que me atiendan y un banco en el que me sonrían cada vez que me desprendo de mis billetes, que lo que escasea hay que valorarlo mucho; y dejarlo en buenas manos, no en máquinas.

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